domingo, 5 de febrero de 2017

REPRESENTACIÓN COMO UN ELEMENTO EN PINTURA. (*)

El Taller. Joannes ver Meer, óleo sobre tela, 1665. Kunsthistorisches Museum, Viena.


    “El pintor producirá obras de poco merito, si el toma como su estándar, los trabajos de otros; pero, si el se aplica a si mismo, a aprender de los objetos de la naturaleza, el producirá buenos resultados.”         Leonardo Da Vinci.

    “Si la pintura y la escultura llegan a su fin, se deberá a que se intenta hacer ladrillos, no solo sin heno, sino también, sin arcilla.”        Henry Tonks.


    En Paris, cerca de la mitad del siglo 19, condiciones primariamente de origen político, trajeron un agudo conflicto, entre dos diferentes interpretaciones del arte de la pintura, conocidas hoy, como académica e impresionista, respectivamente. Entre ambas escuelas y sus mayores representantes, retenían una gran parte del conocimiento de la pintura acumulada durante los siglos precedentes. La aproximación de cada escuela, era respectivamente, la mejor adaptada, a cada objetivo en particular, pero, como tales objetivos eran diferentes, las enseñanzas de académicos e impresionistas, fueron establecidas sobre líneas divergentes. Los alumnos interpretaron los preceptos de sus maestros, como si fueran contradictorios entre si, mientras que, escritores y aficionados, presentaron las dos actitudes, como doctrinas antagonistas. Probablemente, eso no hubiera sucedido, si el cerrado contacto entre maestro y alumnos, que era una característica de los viejos ateliers, no hubiese sido perdido, a través  de la adopción de una nueva relación, la cual degenero, en el deplorable sistema de la escuela de arte, tan familiar en el siglo 20.
    Como resultado, esos dos métodos, que debían haberse comprendido como complementarios uno con el otro, fueron establecidos, como opuestos. La enseñanza impresionista, la más limitada de las dos, en alcance y en conocimiento técnico, pero la única en armonía con el prevaleciente espíritu de los tiempos, triunfaría en descrédito de los académicos. Pero la enseñanza, con la cual los pintores impresionistas sustituyeron la de sus rivales, fue construida sobre una base demasiado estrecha para producir, una escuela de pintura realmente fuerte. Habiéndose repudiado, muchos de los elementos esenciales, para una sana y durable tradición, la enseñanza impresionista, especialmente como esta fue dispensada en las escuelas de arte, rápidamente degenero en una caricatura de si misma, y fue responsable por un sorprendente número de manierismos y excentricidades, que fueron supuestos, como característicamente “modernos”.
   Para trazar el origen de esos desarrollos, uno debe trasladarse, al Paris del siglo 19. Por cerca de dos cientos años, Francia había liderado el mundo occidental, en lo que a materia de arte se refiere. A lo largo del siglo 19, artistas de todos los países de Europa, así como de Estados Unidos, viajaron a Paris a estudiar. Algunos de ellos, se residenciaron allí. Muchos otros, regresaron a sus naciones de origen y esparcieron las ideas que habían absorbido en la capital francesa. Las influencias de esas ideas sobre el desarrollo de la pintura, dondequiera, fue enorme. Otras escuelas existieron independientemente, como el caso del grupo Pre-rafaelista en Inglaterra y el de los Nazarenos, tanto en Roma como en Munich, pero su influencia fue limitada. La instrucción dada hoy en la mayoría de nuestras escuelas de arte (en U.S.A) en lo que a pintura representativa se refiere, se deriva de la enseñanza impartida por los pintores norteamericanos que estudiaron en Francia. Fragmentaria, desvirtuada, y distorsionada de su propósito original, tal enseñanza aun contiene un núcleo de sana práctica, la cual, un serio estudiante podría desarrollar y utilizar. Tal estudiante probablemente no podrá tener éxito, a menos que dé cuidadoso estudio, a los propósitos y métodos de trabajo, sobre los cuales, esa enseñanza fue originalmente basada.
    Podría ser poco aconsejable, embarcarse sobre tal estudio (que es el principal motivo de este libro), sin primero definir y limitar, los tipos de pintura con los cuales, el mismo se preocupa. Me propongo discutir a cerca de la pintura, solo, en su tradicional aceptación, hablar de la pintura, que incluye la representación, como uno de sus elementos esenciales. Esta representación, podría ser bastante exacta o literal, o por el contrario, sumaria y estilizada. Pero, en los tipos de pintura considerados en este libro, representación es una parte del esquema pictórico y las cosas representadas, se suponen, reconocibles a un observador de inteligencia average. Tal pintura, se distingue de esas artes aplicadas, que adornan los objetos con formas no-representacionales, cuya función es, embellecer las superficies, sobre las cuales se pintan. Tal pintura, también se distingue, de esas formas que han nacido en tiempos recientes y que buscan su efecto, a través de medios que no representan.
    Hoy, muchas personas creen, que este ultimo tipo de pintura, que no representa, será la pintura del futuro. Aún, si ese fuera el caso, es inconcebible, que la nueva forma, logrará desplazar la pintura representacional. De tener un futuro brillante (tal como lo piensan sus patrocinadores) la pintura abstracta, podría abrir el camino, a una forma de arte muy distinta de la pintura tradicional, enriqueciéndose la civilización por medio de ello. Pero, el tipo de pintura, que usa la representación, como un medio para alcanzar sus fines, no será abandonada, mientras el hombre civilizado exista. Algunos serán siempre profundamente removidos por el espectáculo del mundo visible, y del cual, desearan registrar sus impresiones, en línea y en color. Siempre habrá personas, que deseen llevar sus imágenes mentales del mundo, sobre la tela. Todos ellos serán, en el futuro, pintores de cuadros que representan, tal y como lo fueron en el pasado. Y como en esa época, también tendrán audiencia, en la vasta multitud de hombres, para quienes tales cuadros, son una alegría y un consuelo, del cual, no podrían fácilmente prescindir.
    La misteriosa urgencia, que lleva a ciertos individuos a dedicar sus vidas a la pintura de cuadros, usualmente toma una de las siguientes tres formas. Algunos artistas, serán estimulados primariamente, por el deseo de poner sus impresiones de lo que observan en su entorno, otros, trataran de dar forma visible, a un mundo ideal de su propia imaginación, otro finalmente, deseara decorar con cuadros, grandes superficies, que formen parte de un ensamble mayor. Ciertamente, muchas bellas obras, combinan cada uno de esos tres objetivos mencionados. Pero uno de ellos, invariablemente, tendrá precedencia sobre los otros dos, y tanto el grado como el tipo de representación utilizada, variara de acuerdo al propósito en la mente del artista. De los tres tipos mencionados, será el de los pintores fascinados por los aspectos del mundo visible, el que dará la mayor importancia, a los elementos que representan, los pintores decorativos, lo harán en menor grado.
    Pero, para todos ellos, la representación es el medio de expresión mas efectivo a su disposición. Cualquier cosa reconocible “como” un objeto familiar, atraerá inmediatamente, y tendrá la atención del espectador. Esto se demuestra claramente, cuando el ojo es llevado por figuraciones accidentales, que pueden ocurrir en siluetas ornamentales. Podríamos decir que, o se ignora escrupulosamente la representación o se le usa en la forma adecuada, para que contribuya realmente, al efecto buscado en la obra.
    Allí reside, la singular importancia que para un pintor tiene, un sano entrenamiento, en las destrezas básicas de su arte, y que debe ser recibido, temprano en su vida. De todos los procedimientos, consejos, métodos, y habilidades especiales, requeridas por un artista para transformar su concepción inicial en un cuadro que pruebe ser, un viable trabajo de arte, será la habilidad para representar las apariencias de cualquier cosa que el pueda seleccionar, la mas importante y la mas difícil de adquirir. Esta habilidad puede, de hecho, solo ser adquirida, por una persona con excepcional aptitud innata para la pintura. Pero aun, tal persona, será capaz de registrar las formas y los colores de los objetos, con exactitud y distinción, solo después de un largo entrenamiento y bajo un maestro competente en tal arte. Ha sido probado abundantemente, que tal entrenamiento, es solo efectivo, durante los años formativos de un artista. Luego de sus tempranos veinte años, su percepción de las formas, deja de ser, suficientemente educable. Los grandes pintores del Renacimiento y del siglo 17, comenzaron su aprendizaje, alrededor de los 14 o 15 años. No conozco, de un solo dibujante del primer rango, cuyo entrenamiento haya comenzado, luego de sus 18. Los errores y omisiones en el entrenamiento temprano de un pintor, son irreparables.
    Durante los primeros años de su entrenamiento, cada estudiante de arte hace deficientes exposiciones del color y de la forma, pasando sucesivamente de un tipo de exageración a otra, y es la dificultosa tarea de un maestro, la de enseñar a sus alumnos a reconocer esos errores y a corregirlos. La apariencia en sus trabajos, de varias distorsiones y exageraciones, parecen ser el pan de cada día en el desarrollo del joven pintor, tales manifestaciones, son igual de familiares a todas las escuelas de arte. Cuando el progreso de un estudiante finaliza precozmente, los errores particulares, que el estudiante era propenso a cometer, continuaran apareciendo en su trabajo como manierismos, si el decide pintar. Es frecuente, que faltas similares a las propias, parecen atraer a este tipo de pintor, dondequiera que las descubre, en los trabajos de otro pintor. Ninguna estima del arte moderno estará completa, a menos que se tenga conciencia, de sus peculiaridades psicológicas.
    Otro factor que ha contribuido, a hacer poco convincente, la representación pictórica al gran público, es nuestra constante y creciente familiaridad, con las artes y oficios, de las civilizaciones remotas y de los pueblos primitivos. Las investigaciones arqueológicas y los descubrimientos de algunos viajeros, nos han puesto en contacto, con muchas culturas extrañas a la tradición europea. El conocimiento de esas formas exóticas, incuestionablemente, ha extendido el ámbito de nuestra comprensión estética, y ha influenciado grandemente al arte contemporáneo. Museos y bibliotecas, se han convertido en vastos repertorios, a los cuales, creativos artistas pueden consultar, en busca de inspiración o de ideas, y tales tesoros recientemente descubiertos, han contribuido mucho en la renovación de nuestro sentimiento, por el diseño y el color decorativo. Pero la disponibilidad de tantos tipos de expresión artística y de formas de representación, no ha venido sin peligro, tanto para estudiantes como para aficionados, ya que, siempre será imposible, aun para el mas avezado y estudioso artista de hoy, el penetrar completamente, la intención de los hombres que vivieron y trabajaron, con un  punto de vista completamente diferente al nuestro, y es extremadamente fácil, imitar las características superficiales de esos lenguajes extranjeros, suficientemente bien, como para impresionar a personas, con poca comprensión de los originales. Este tipo de imitación, es comparable, a repetir como un loro, los acentos y las entonaciones, de un lenguaje, sin conocer su vocabulario o sintaxis.
    Eclecticismos tan ingenuos, han provisto, un escape para muchos estudiantes, que se encuentran incapaces a si mismos, de usar el lenguaje pictórico de la tradición europea. Un artista se beneficiara poco, del estudio de formas extrañas de expresión, a menos que primero haya aprendido, el lenguaje de su propia raza y tiempo.
    Theophile Gautier, gustaba decir sobre si mismo, que el era un hombre, para quien el  mundo visible existió. Un pintor, es primero que todo, un hombre, para quien el mundo visible existe. Para  éste, el mundo visible, es tan vivido y estimulante, y está tan cargado con excitación y significado, que no le deja descanso, sino que por el contrario, le urge a trasladar sus variados fenómenos. Esta es la gran característica, que coloca, a un pintor potencial, a parte de los otros hombres, y un hombre tal, no cuestionara la supremacía del mundo natural, como una fuente de inspiración y de inagotable dispensador del material para su arte.
    Algunos de los principales grupos modernos, nos dicen, que no forma parte de sus propósitos, transcribir lo que ellos ven o copiar elementos del mundo visible. Si comprendo correctamente esa acepción, tales pintores, repudian la representación, llamándola, una mera imitación de las formas superficiales. Su propósito, es crear un “orden formal” derivado de la mente, más que del natural, y además visualizan la pintura, como un lenguaje de creación imaginativa, no, como un “reporte objetivo”. A través de ese “orden formal”, concebido cerebralmente, tratan de expresar la naturaleza interna de las cosas, mas que su apariencia externa, y transmitir las emociones provocadas por un objeto, sin describir el objeto mismo.
    Esos son, ciertamente, objetivos exaltados, y el lenguaje a través del cual, ellos son descritos, tiene un fuerte apelo en la gente, que solo se interesa en la pintura, cuando ésta, es interpretada en términos, de algo mas allá. Podría ser precipitado, profetizar, que los propósitos de esos artistas, nunca serán alcanzados, por los métodos que han adoptado. Quizás, si lo serán. Pero en el tiempo presente, los cuadros que ellos han producido, solo sirven para enfatizar la discrepancia, entre sus programas y su ejecución. La falacia en su teoría, como un pintor trabajando hipótesis, viene dolorosamente visible, en los casos, que algún objeto es reconociblemente retratado, en una de sus telas, ya que, tan pronto como algunas de esas formas, parecen asemejarse a la cabeza de un gato o a una montaña, el observador promedio, se hace crítico, de la efectividad de esa representación. Retratar genuina y efectivamente cualquier cosa, solo ha sido alcanzado, luego de un largo estudio de sus apariencias, hecho por un hombre de una visión, excepcionalmente sensible, capaz de poner sus impresiones, con manos altamente adiestradas. Incluso, una trascripción común (por ejemplo, una que sea digerible a cualquier ojo promedio), requiere, de una considerable destreza y conocimiento. Y el necesario conocimiento, se adquiere, solo a través del estudio, de precisamente, esos aspectos visuales de la naturaleza, que los nuevos pintores, se enorgullecen en ignorar.
    Aparentemente no comprenden, que las formas, que ellos profesan dibujar desde el interior de sus mentes, simplemente son, memorias fragmentarias, de esos aspectos visuales de la naturaleza externa, memorias, demasiado ligeras e incompletas, para ser utilizadas efectivamente como material artístico, a menos que, sean reforzadas por observación y estudio.
    Pocos años atrás, una discusión sobre la importancia de la representación, como un elemento de la pintura, podría parecer fuera de lugar. El actual cambio de opinión, se debe principalmente, a los grupos que ya cite en el capítulo anterior: los escritores y  aficionados extremistas, hombres de vena literaria, personas meramente inefectivas en cualquier cosa que ellos hacían, o profesionales de otros campos, que encontraban en colores y pinceles, un momento de relax, fuera de sus mejores ocupaciones. Todos ellos, son personas para los cuales, el mundo visible, no importa grandemente. Si fueran ellos, quienes escribieran acerca de los cuadros, ¿serían capaces de detectar la diferencia, entre una sensitiva, inteligente y controlada pieza de pintura y un perfomance ignorante ?
    La pintura ha sido invadida por personas, para quienes los aspectos del mundo visible tienen poco significado. Es como si la profesión de músico, fuera tomada por compositores, ejecutantes y críticos, que fueran sordos al tono.
    Representación es un elemento integral de la pintura, pero el grado y el carácter de la representación usada, ha variado, de acuerdo con el desarrollo del arte y del propósito del artista. Un detallado análisis, de la relación entre esos factores, a través de los siglos, podría estar fuera de lugar en el presente libro. Lo que nos ocupa, es el declive de la pintura en el tiempo presente. Tal declive es el resultado, del conflicto entre diferentes maneras de representación, el primero, favorecido por los pintores académicos del siglo 19, el segundo, por sus contemporáneos, los impresionistas. Los propósitos de ambos grupos, fueron fundamentalmente diferentes, y la realización de esos fines, requirieron diferentes medios técnicos. Los propósitos de ambos, pertenecen, a las recurrentes aspiraciones de los pintores; los académicos, intentaban describir el mundo de la imaginación, los impresionistas, registrar los aspectos de lo que vieron.
    Ambos grupos produjeron, muchas finas pinturas, las cuales, eventualmente tomaran su lugar permanente, en las galerías de arte del mundo, de las cuales, han sido excluidas por largo tiempo.

    El interés inmediato para el estudiante de pintura, reside en su respectiva actitud, hacia la representación. En esas actitudes, el estudiante de arte encontrará, material de inestimable valor para su desarrollo como un pintor. Del conflicto, entre esas dos actitudes, y del posterior colapso de todos los estándares de artesanía, el historiador y el lector curioso, a cerca del arte moderno, descubrirá, la explicación de muchas cosas, que han sido perpetradas en el nombre de la pintura, durante los últimos 30 años.

(*) Robert Hale Ives Gammell (1893-1981) : TWILIGHT OF PAINTING (1946), Capitulo 3, pp 34-39, segunda edicion de Parnassus Imprints, Orleans, Massachusetts (USA), 1990.
Traducción libre del pintor José Peña, Caracas 2005. jpmarte73@yahoo.com

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