Cristóbal Rojas en el taller de la Academia Colarossi. Arturo Michelena, óleo sobre tela, 1885, Colección Banco Industrial de Venezuela
Los
pintores adquirieron laboriosamente, la habilidad para observar y registrar el
fenómeno visual, el cual, es imperceptible ante los ojos, de cualquier persona
que no ha sido entrenada. Probablemente, ninguno esta equipado para comprender,
los procesos fisiológicos y psicológicos envueltos, dentro de la disciplina con
la cual, un pintor aprende a ver los objetos.
Considerando
la gran dificultad, que cualquier hombre experimenta (sin tener entrenamiento especial),
cuando intenta observar la forma aparente de un objeto dado, analicemos el
siguiente ejemplo: una silla, bajo una luz adecuada. Cualquier persona
racional, se dará cuenta, de la forma común de una silla, digamos, con sus
cuatro patas, con una forma rectangular sobre la cual sentarse y un espaldar.
Esa es la información mínima, que una persona común manejaría.
Pero
es fácil sorprenderse, cuando a esa persona se la da un lápiz y un pedazo de
papel, solicitándole que dibuje la silla, tal y como se ve; todos aquellos, que
no han tenido, una instrucción real en dibujo, harán una especie de diagrama,
que registrara torpemente, algunos pocos hechos relacionados con la silla
anteriormente descrita. Sus dibujos presentaran, escasos hechos visuales, e
incluso, omitirán buena parte de las apariencias del objeto dado. La conclusión
inescapable, del ejemplo anterior, es que esas personas, son literalmente
incapaces de ver, el aspecto que tiene un objeto ante sus ojos.
Las
formas aparentes, se presentan ante nosotros, como un mosaico, de áreas
coloreadas, mas o menos definidas, las cuales, solo coinciden en algunos
lugares, con las formas reales de sus partes componentes. Será muy frecuente
encontrar, que las formas aparentes, serán creadas por la luz y las sombras, más
que por las formas de los objetos iluminados, cuyos contornos individuales, son
con frecuencia, parcial o completamente invisibles a nuestros ojos. Este
fenómeno, es de gran importancia a los pintores, y ha provisto por largo
tiempo, el material básico de su arte. Ciertamente, el hecho que un joven, sea
instintivamente removido por la belleza y misterio, del mundo aparente, indica
la posibilidad de estar ante un pintor potencial, eso más allá de cualquier
otra característica. El desarrollo de esa innata disposición, será la principal
meta, de su entrenamiento profesional.
Un
pintor es, primero y ultimo, un hombre, para quien el mundo visible es una
fuente de excitación y maravilla, y que ha aprendido, a verlo perceptiblemente
y puede describir lo que ve, en términos de línea, tono y color. Las
especulaciones, acerca del porque, los intentos del artista, por describir eso,
le dan una profunda satisfacción, o del
porque, los cuadros en que ha alcanzado exitosamente sus fines, son una fuente
de profundo disfrute a las personas no entrenadas como el, están fuera de
nuestro propósito. La preocupación en este texto, tiene principalmente que ver,
con las habilidades del hombre para observar ese fenómeno visual correctamente,
no, con el interés estético de ese fenómeno.
Retornando
a nuestro ejemplo anterior, supongamos ahora, que el grupo de personas que
dibujaron la silla y que no han recibido entrenamiento especial en dibujo, se
interesa ahora, en tomar lecciones, de un experimentado y competente pintor. En
corto tiempo, todos ellos serán sorprendidos, al descubrir, cuan poco notaban,
acerca de la apariencia de cualquier cosa que ellos veían. Pronto, la mayoría
de ellos, hasta los más ineptos, mostraran en sus dibujos, un ligero incremento
de sus capacidades de observación. Pero, a partir de ese punto, la rapidez y
grado de mejoramiento, variara en cada individuo. La mayoría, nunca ira mas
allá, de dibujar algún estado rudimentario de el “parecido” del objeto descrito;
entre ellos, habrá alguno relativamente mas dotado, que progresara un poco mas,
pero tarde o temprano, alcanzara el punto en el cual, ningún monto de esfuerzo
o de enseñanza, podrá llevarlo mas lejos. Esa manifiesta incapacidad, provee lo
que para mi es una evidencia conclusiva , que muchas personas, probablemente la
mayoría, no pueden percibir las sutiles diferencias dentro del fenómeno visual,
así como una persona, sin entrenamiento musical, no podrá escuchar, los
diferentes sonidos musicales, los cuales son, de gran importancia para los
músicos profesionales.
La
historia de la pintura ha demostrado, que en cada generación, es solo un
pequeño grupo de personas, las que a base de incesante labor, bajo la guía de
un maestro competente, puede desarrollar la facultad de observación, al grado
requerido, para pintar, aun ligeramente bien.
El
conocido incremento, en el numero de personas, quienes se llaman a si mismos
pintores, la cual, es una característica de nuestros problemáticos tiempos, es
solo posible, porque el elemento visual o representativo (que no es otra cosa
que la gran fundación del arte), ha sido, eliminado o reducido, a indicaciones
rudimentarias, que son luego justificadas por sus perpetradores y sponsors,
sobre la bases psíquicas, emocionales o psicológicas. Buena parte del publico,
acepta esa justificación, así como los cuadros que presentan las formas en un
estilo distorsionado, debido a la indiferencia de la persona average respecto
al fenómeno visual.
Este
breve sumario de la experiencia de un pintor, indica que la habilidad para
observar las apariencias de las cosas, no es innata, y además, solo pocos
llegan a adquirirla; ello levanta interrogantes, sobre la capacidad de la
mayoría para percibir y apreciar, los particulares elementos expresivos, que
son el objeto de mucho esfuerzo, por parte de los pintores mas competentes.
Estos pintores creen, que tales cualidades en particular, son las que
contribuyen a mantener por largo tiempo, el interés de los seres humanos en la
fina pintura. Ellos basan esa convicción, sobre el hecho demostrable (demostrable
a las personas cuyos ojos han sido sensibilizados suficientemente, para
detectarlos, en el momento de ser señalados) que esas elusivas cualidades, son
los factores comunes, encontrados en todas las obras, que han sido consideradas
como piezas maestras, por largos periodos de tiempo. Esa capacidad para
sobrevivir a los cambios de estética, es para los pintores, la ultima prueba,
de la excelencia de una obra.
Esta
visión, es soportada por sus estudios, ya que, cuando un pintor comienza a
obtener maestría en su arte y cuando su ojo, incrementa su capacidad
perceptiva, también se incrementara su conciencia, del interés estético y poder
expresivo, de esos componentes particulares, los cuales, el mismo artista
recuerda muy bien, no le eran visibles con facilidad, en los tiempos que
comenzaba su entrenamiento como pintor. El aprendió a percibirlos, y a apreciar
su valor artístico, solo por medio de la experiencia obtenida, al pintar cuadros
y por desarrollo gradual de su comprensión, la cual creció paralelamente con su
habilidad para ejecutar.
¿Quiere
decir esto, que son solo los pintores competentes y entrenados, los que pueden
apreciar los cuadros y disfrutar de los mismos, tal y como fue el propósito
original, de aquellos que los pintaron ?... una gran parte de los pintores mas
competentes, han concluido dolorosamente, que tal es el caso. Ahora, un
importante segmento de el publico, ciertamente deriva un genuino disfrute, al
observar una fina pintura, y eso parece indicar, alguna comunicación efectiva
entre las personas que no han recibido entrenamiento especial como pintores y
el artista que realizo la obra. La importancia que le es dada a las ARTES,
dentro de la vida humana, reside grandemente en esta comunicación.
Podemos
asumir, que el placer experimentado, por un aficionado a la pintura proviene,
en alguna medida, de esas cualidades pictóricas, las cuales, sienten vagamente,
sin ser capaces de definirlas o de explicarlas.
Pero
aparentemente, la conclusión universalmente alcanzada, por serios artistas, y
que es ampliamente demostrada por sus organizaciones, por su conducta y por la
tradiciones de sus ateliers, ha sido, que solo una pequeña minoría, compuesta
exclusivamente por colegas profesionales, estará consciente, de lo que un pintor
esta tratando de hacer, o podrá medir, con cuanta habilidad, este ultimo,
manejo los variados elementos, que contribuyen al impacto estético de un cuadro dado. Este tipo de evaluación
perceptiva (la cual posiblemente es, la única base válida para la crítica en arte)
está ausente, en los comentarios de los críticos profesionales y en los
llamados conocedores. La mayoría de los pintores, lamentan aceptar ese hecho de
la vida, y pintan principalmente para el juicio de sus colegas contemporáneos,
así como para los artistas por nacer, con la esperanza, de que su mensaje algún
día alcanzara un gran público.
Este
lamentable abismo, entre el pintor y su público, se relaciona directamente, con
el argumento del presente escrito. Que las personas no entrenadas, realmente no
vean, y noten escasamente, los aspectos visuales que proveen el material básico
del arte de los pintores, resulta que obviamente no pueden reconocer, si
realmente un artista ha interpretado con corrección, sensibilidad o
inteligencia, su oficio. Esa patente inhabilidad de el hombre average, para
reconocer, gruesas discrepancias, entre la descripción de un objeto, dada por
un pintor, y la apariencia de el objeto representado, ha dado pie, para la
libre manipulación del gusto publico, por personas ubicadas en puestos claves,
tales como críticos de prensa, directores de Museos y profesores de arte,
quienes, a pesar de su posible sinceridad, en materias de convicción artística,
no necesariamente hablan con autoridad.
Ahora, la corrección
superficial de una representación pictórica, juega un elemental, pero
importante rol en pintura, ya que establece un marco de referencia, por así
decirlo, para las características mas elusivas, cuya presencia y cualidad,
determinan el rango de un trabajo de arte, como por ejemplo, la interpretación
del dibujo y de las grandes relaciones de tono y color. La norma, el estándar o
ideal (o cualquier otro nombre que se le quiera dar), el cual los pintores han
preferido como espejo, siempre ha residido en los aspectos del natural, tal
como ellos aparecen ante el ojo humano. Allí reside, esa ultima verdad,
parcialmente subjetiva y parcialmente objetiva, la cual los pintores, han
sentido como el elemento vivificador de su arte. El énfasis relativo, dado al
elemento subjetivo de la experiencia visual, ha variado con cada artista
individual. Pero, hasta épocas muy recientes, tanto pintores como público (el
primero como un resultado de prolongado estudio y el segundo por un intuitivo
sentido común), han estado en acuerdo general, que llegar a una gran
separación, de la verdad objetiva, es
incompatible, con los valores pictóricos
más significantes.
(*) Robert Hale Ives Gammell, THE PAINTER’S WAY OF
SEEING, articulo escrito originalmente en 1964 y publicado en el Classical
Realism Quarterly, volumen 6, numero 2, Minesota, USA, 1990 circa.
Resumen y traducción libre del pintor José Peña,
Caracas 2004.
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